Mateo y la ciudad que no conoce
Por Maxi – Sixto – Julián * E.E.S N°46 Ilustrada por Vicky Mateo pasaba sus días en los semáforos

Por Maxi – Sixto – Julián * E.E.S N°46
Ilustrada por Vicky
Mateo pasaba sus días en los semáforos limpiando parabrisas para juntar algunas monedas. No sabía quién era San Martín ni qué eran la clorofila o la regla de tres simple, pero sí sabía que cuando el semáforo se ponía en rojo, tenía que moverse rápido, limpiar el vidrio y apartarse antes de que cambiara a verde. Desde pequeño, Mateo aprendió a arreglárselas solo.
Su mamá trabajaba todo el día y su papá se había ido hacía mucho tiempo. Su escuela era la calle, donde cada día aprendía algo nuevo: descifraba los carteles para aprender a leer y contaba monedas para aprender los números.
Un día, un hombre bajó la ventanilla y, en vez de darle una moneda, le dio un libro. «Es una buena historia. Léela», le dijo. Mateo lo miró con desconfianza, pero lo guardó en su mochila.
Esa noche, a la luz de un farol, intentó leer las primeras líneas.
No entendió todo, pero algo se encendió en su interior. Quería saber más.
A la mañana siguiente fue al comedor comunitario, donde conocía a una maestra. «¿Me enseñas a leer bien?», le preguntó. Ella sonrió y le dijo que sí.
Mateo siguió trabajando en la calle, pero ahora llevaba un libro en el bolsillo, porque entendió que, más allá de los semáforos y las monedas, había un mundo lleno de palabras esperándolo.