La voz de un cambio
POR ALMA y UMMA Los primeros rayos de sol se infiltraron en la ventana iluminando la habitación en donde

POR ALMA y UMMA
Los primeros rayos de sol se infiltraron en la ventana iluminando la habitación en donde Julieta Lanteri descansaba plácidamente, o bueno, intentaba como si su compañera Teresa no se la hubiera pasado roncando toda la noche. Pero la emoción fue difícil de ocultar mientras se ponía sus prendas y abría sus ojos irritados por la somnolencia.
_ ¡Dale, Teresa! ¡Nos vas a atrasar! _ gritó, acomodando su chaqueta.
_ ¡No voy a participar en tu locura!_ gruñó Teresa, frunciendo el ceño_ ¿Qué va a decir la gente?
_ ¿La gente? _ dijo incrédula _ ¿Qué dirá la gente? ¡Lo mismo de todos los días!
Sin dejar que Teresa replique, tiró de su muñeca, haciendo que casi se tropezara con el escalón mientras intentaba colocarse su zapato con tacón.
Las miradas de sorpresa y rechazo junto con los murmullos comenzaron apenas llegaron. Julieta no se inmutó; levantó la cabeza con determinación arrastrando a la fuerza a su compañera.
_ ¿Está listo…? _ la voz del funcionario se desvaneció al apartar la vista de su papeleo, notando a las dos mujeres, notablemente nerviosas.
_ Claro, aquí tiene._ dijo Julieta, extendiendo su boleta con firmeza.
Una risa baja se escuchó de su parte, con burla.
_ En serio… ¿Dónde está su marido? _ dijo con un tono engreído.
Teresa lo agarró bruscamente del cuello de su camisa, tirando de ella para acercarlo antes de ofrecerle un puñetazo.
El impacto hizo que los de la fila se voltearan, comenzando así sus comentarios despectivos, mientras intentaban echarlas.
_ “¡Loca, loca! ¡Está en sus días!”
_ “¡¿Quién dejo que una mujer votara!?”
_ “¡Que un hombre la calme, por favor!”
Pero nuevamente, Julieta forcejeó, usando la cartera de Teresa para dejar a varios en el suelo y con moretones en sus ojos. Y de paso, la cartera combinaba con su falda.
En medio del caos el presidente de mesa agarró la boleta a regañadientes mientras se sobaba el golpe y les gritó que se fueran enseguida.
Al salir apresuradamente del lugar, varios hombres de las filas las tachaban de «locas», a pesar de que estás reían entusiasmadas de que su boleta, por fin, haya sido aceptada.