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La noche del Ukako

Por Joaquín y Diego La oscuridad se cernía sobre el bosque como una manta de muerte. Los árboles susurraban

La noche del Ukako

Por Joaquín y Diego

La oscuridad se cernía sobre el bosque como una manta de muerte. Los árboles susurraban con el viento, sus ramas eran como dedos esqueléticos que se estiraban hacia la luna llena. En ese escenario de terror, dos amigos —Joaco y Diego— se adentraban en la espesura. Sus linternas apenas iluminaban el camino empedrado que serpenteaba entre los árboles.

Habían oído las leyendas sobre el Ukako, un monstruo que, según se decía, habitaba en el corazón del bosque: un ser con ojos que brillaban como carbones encendidos, un cuerpo que helaba la sangre y una presencia que erizaba la piel. Pero Joaco y Diego no creían en esas historias. Para ellos, solo eran cuentos para asustar a los niños.

De repente, un crujido en la maleza los hizo detenerse. Se miraron entre sí, con los corazones latiendo con fuerza.

Pensaron que era un animal, pero los sonidos eran demasiado extraños, distintos a los de cualquier criatura conocida. A lo lejos, dos ojos rojos resplandecieron en la oscuridad, y un escalofrío recorrió sus espaldas.

Intentaron correr, pero sus piernas estaban paralizadas por el miedo. El Ukako se acercó a ellos, oliendo a hierro y a ceniza. Y entonces, todo se volvió negro.

Cuando Joaco despertó, estaba solo en el bosque. Su linterna yacía en el suelo, y Diego había desaparecido. La luna llena brillaba en el cielo, pero la oscuridad parecía haberse adueñado de todo.

De repente, escuchó un susurro en su oído:

—El Ukako te está esperando.

Joaco se levantó de un salto y echó a correr, pero no había escapatoria. El Ukako lo esperaba… y pronto sería suyo.