Garras de sangre
Por Aylén, Lucía y Zara Era una noche sin luna. El bosque estaba oscuro y aterradoramente silencioso. Los dos
Por Aylén, Lucía y Zara
Era una noche sin luna. El bosque estaba oscuro y aterradoramente silencioso. Los dos cazadores caminaban por un sendero cuando escucharon un ruido extraño, como pasos pesados entre las hojas. Creyeron que era algún animal inofensivo; por lo tanto, siguieron su camino, pero los pasos se hacían cada vez más fuertes y cercanos. De pronto, uno de ellos se detuvo en seco.
—¿Escuchaste eso? —susurró con la voz temblando.
Decidieron acercarse lentamente hacia el lugar, y, a medida que avanzaban, más oscuridad los consumía. Los árboles parecían inclinarse hacia ellos, como si quisieran advertirles de un peligro. Fue entonces cuando apareció una figura entre las sombras: era el Caa Pora. Su pelaje oscuro y espeso brillaba con un destello sobrenatural, junto con los ojos rojos e intensos que los miraban fijamente. Su boca, llena de colmillos amarillos, afilados y manchados de sangre, exhalaba un aliento fétido, oliendo a muerte y podredumbre.
Uno de los cazadores levantó el arma, listo para disparar, pero fue entonces cuando el Caa Pora saltó sobre ellos con una fuerza descomunal. Otro grito antes de ser arrastrado entre las sombras, y uno solo alcanzó a ver cómo su compañero desaparecía entre las garras de la bestia. Con el corazón latiendo a mil, tomó un cuchillo y, cuando el monstruo se abalanzó sobre él, lo hundió con todas sus fuerzas en su garganta.
El Caa Pora soltó un alarido tan terrible que hizo eco en todo el bosque, hasta desplomarse muerto. El cazador, cubierto de sangre que no sabía si era suya o del monstruo, se quedó mirando el cuerpo inmóvil. En silencio regresó, pero esta vez no sintió alivio. Comprendió que, aunque hubiera vencido… la selva siempre reclamaría nuevas víctimas.
