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El último paso

Por Augusto, Thiago y Mariano Cuatro amigos llamados Thiago, Mariano, Augusto y Mateo se fueron de vacaciones a un

El último paso

Por Augusto, Thiago y Mariano

Cuatro amigos llamados Thiago, Mariano, Augusto y Mateo se fueron de vacaciones a un bosque en la provincia de Chubut, en medio de la nada, a kilómetros de un pueblo o carretera.

Cuando se iban adentrando al mediodía en el bosque, veían a lo lejos un pequeño arroyo que tenía pinos y arbustos carbonizados; alrededor solo había huellas de algo quemado, parecía de algo grande.

Al pasar la tarde, ya habían encontrado un lugar donde acampar. Mientras Thiago y Mariano cocinaban, Mateo y Augusto buscaban leña para mantener el fuego y hongos para la cena.

De la nada, los grillos que cantaban se quedaron en silencio, alertando a Augusto. Inmediatamente fue con Mateo a avisarle que algo no estaba bien.

Mateo, mientras tanto, ya había terminado de recolectar y buscaba a Augusto desesperado. Al fin lo encontró y juntos empezaron a caminar.

Luego de una caminata exhausta, llegaron al campamento y vieron a Thiago y Mariano discutiendo fuertemente por la comida.

—Mariano, yo hago mejor el tuco y vos no sabés, boludo.

—¿Qué decís, mogólico? Si cuando estabas en mi casa quemaste la cocina.

Mateo decidió calmar la situación y dijo:

—Dejen de pelear, trastornados, que tengo hambre.

Entonces se pusieron a cocinar.

Cuando terminaron de comer, se escuchó a lo lejos cómo los grillos dejaron de cantar nuevamente. Ellos se pusieron en alerta, se asustaron y mandaron a Augusto a investigar.

Augusto volvió al cabo de un rato y se lo veía diferente, como asustado por algo que había visto.

—Chicos, cuando fui a ver qué pasaba, me encontré con unos ojos. Eran de color amarillo, parecían anormales, como de demonio.

—¿Qué decís, boludo? Nos querés asustar nomás.

—Mateo, esto no es joda, sé lo que vi.

—Seguro que es por el sueño o por tomar mucho mientras comías.

—¡Si no me crees, andá a verlo vos mismo!

Augusto preparó sus cosas para abandonar el campamento, pero Thiago y Mariano lo convencieron de quedarse y esperar a ver qué decía Mateo.

De repente, Mateo apareció gritando y corriendo hacia el campamento:

—¡Corran, corran!

Gritaba Mateo mientras corría. A lo lejos se veían unos ojos amarillos acercándose, moviéndose de lado a lado entre los árboles.

Corrimos y corrimos, y las pisadas se acercaban. Cuando nos dimos vuelta, vimos a un monstruo gigante: medía unos tres metros, tenía un color anaranjado oscuro, cuernos, garras terroríficas y ojos amarillos.

Mientras corríamos, veíamos cómo poco a poco se acercaba más y más, hasta que le pisaba los talones a Mateo. Entonces rugió y embistió a Mateo. Mateo cayó y desapareció de nuestra vista. Nosotros seguimos corriendo y llegamos a una carretera. Decidimos escondernos y esperar a Mateo.

Cuando el sol apareció, el rastreador del celular de Mateo se movía. Decidimos buscarlo…