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El misterio del libro perdido

Por 3°1° E.E.S N°80 Algo extraño en la biblioteca Silvia, la bibliotecaria, sintió un escalofrío al notar el hueco

El misterio del libro perdido

Por 3°1° E.E.S N°80

Algo extraño en la biblioteca

Silvia, la bibliotecaria, sintió un escalofrío al notar el hueco vacío en el estante: “La enciclopedia de los misterios” no estaba. ¡Ese libro era irremplazable! Su corazón latió más rápido: tenía que descubrir quién se lo había llevado. Ese preciado libro, dorado con letras blancas, se lo había regalado el profesor Carlos Villulla.

Silvia lo había guardado en una caja con llaves y candados, detrás de otros libros, ya que en él se hablaba de lo que supuestamente había detrás de la Antártida. El libro contaba que, detrás de los hielos, existían bases de nazis.

Silvia siempre decía que ese libro no era para divertirse sino para aprender del pasado y evitar que las cosas malas se repitan.

La llave seguía en su cajón y no había nada roto; todo estaba en su lugar. Sintió un gran dolor, como si le faltara algo de sí misma. Se sintió culpable, aunque no sabía por qué. Con el corazón latiendo rápido, avisó a la directora lo que había pasado.

Una detective muy particular

Cuando la directora recibió la noticia, no dudó en llamar a Tatiana. Tati no era una profesora cualquiera: además de dar Educación Física, era la preceptora del turno tarde. Alta, atlética y carismática, siempre se mostraba simpática y un poco chusma, con ese modo de hablar tranquilo pero a la vez extrovertido que la hacía destacar.

Al llegar al colegio, Tati notó que algo raro pasaba. El silencio de los pasillos parecía esconder un secreto, como si un ladrón se hubiera metido entre nosotros. Fue entonces cuando Matilde, con gesto serio, le dio la misión: debía encontrar al culpable y descubrir por qué lo había hecho.

—¿Quién estuvo en la biblioteca? —preguntó Tati, decidida.

—No sé… —respondió Silvia, nerviosa—. Justo atendí un llamado y no estuve ahí por quince minutos.

Tati no perdió tiempo y llamó a la directora:

—Mati, ¿vos viste algo por ahí?

—Nada —contestó Matilde, segura.

Entonces Tati empezó a recorrer el colegio curso por curso, preguntando si alguien lo tenía. Pero todos negaban saber algo, y el misterio crecía.

El caso estaba abierto, y Tati debía descubrir la verdad.

Tres sospechosos y una verdad oculta

Tati tenía en mente tres sospechosos. La primera era la profesora de Literatura, que siempre entraba y salía de la biblioteca para buscar libros. La segunda sospechosa era Silvia, la bibliotecaria, que era la única que tenía la llave y siempre que mencionaban el tema se ponía nerviosa. La tercera persona era el alumno Mateo, ya que siempre solía dejar cargando su celular en la biblioteca.

La profesora, el día que desapareció el libro, había ido a buscar ejemplares como de costumbre. Silvia, supuestamente, atendió una llamada que duró quince minutos. Y Mateo, cuando fue a cargar el celular, tardó más de lo habitual; la profe lo tuvo que ir a buscar y lo notó apurado y nervioso.

Tati se puso a completar el trabajo que tenía que hacer en el colegio para después desocuparse e interrogarlos uno por uno.

Todos tenían motivos para robarse el libro: la profesora de Literatura seguramente quería quedárselo porque lo usaba para un trabajo muy importante y no quería que nadie más tuviera esa información; Silvia, la bibliotecaria, lo había sacado para leerlo en su casa a escondidas muchas veces y también se lo pudo haber quedado porque sabía que era muy valioso y Mateo también pudo habérselo llevado para regalárselo a una chica que estudiaba historia y quedar bien con ella.

Pero la pregunta es: ¿Quién fue?

Algo inesperado aparece

Tati fue a la biblioteca decidida a buscar y encontrar pistas. Recorrió el pasillo y dobló a la derecha, donde estaba la biblioteca. Buscó y buscó huellas o alguna pista, pero no encontró nada.

Luego recordó que en el escritorio de Silvia, Mateo siempre iba a cargar su celular junto al adaptador del enchufe. Tatiana vio que ni el cargador ni el adaptador se encontraban en el escritorio, y sus sospechas hacia Mateo disminuyeron. ¡No sabía qué más hacer para sacar alguna pista!

En ese momento, a Tati se le prendió el foco y decidió seguir buscando otra vez en cada estante. No pudo encontrar nada, hasta que le surgió una duda: ¿Y si las pistas están en donde se encontraba el libro secreto?

Tatiana no dudó ni un segundo más, sacó la llave del armario y abrió el candado. Entonces vio una mancha de sangre con la forma de un pulgar dentro de un estante. Sorprendida, decidió llamar por teléfono a la profe de biología, Karina.

Karina estaba en su casa, echándose una siesta, y se despertó sobresaltada por el llamado de Tati, aunque igual respondió.

Tati le dijo nerviosa lo que había encontrado dentro del armario. Karina le gritó que no tocara nada, que solo sacara una foto y fuera a buscar a los peritos a la comisaría de al lado.

En minutos llegaron los peritos a la escuela y recogieron la muestra de sangre del posible culpable. Mientras esperaban los resultados, Tatiana estaba decidida a resolver el misterio e interrogó a los tres sospechosos.

Las coartadas se rompen

Tati llamó a preceptoría a la primera sospechosa, Silvia, y le preguntó dónde estaba el día de lo ocurrido.

Tati_ Silvia, ¿podrías decirme dónde estabas el día del robo?

Silvia_ Salí unos 15 minutos para atender una llamada.

Tati notó que Silvia parecía nerviosa.

Tati_ Espera afuera, por favor. Necesito hablar con Mateo.

Tati interrogó a Mateo.

Tati_ ¿Qué hiciste ese día?

Mateo_ Yo no estuve en la biblioteca ese día. Ni siquiera tengo celular porque se me rompió.

Descartaron a Mateo por un tiempo e interrogaron a la profe de literatura, quien entró enojada.

Profesora_ ¡Es increíble que después de tantos años en esta escuela me traten como si fuera una ladrona!

Tati_ Profesora, solo estamos haciendo nuestro trabajo. ¿Puede decirme dónde estaba usted?

Profesora_ ¡Dando clases obviamente! Y si, vine a buscar libros pero nunca robaría uno ¡Les digo que no fui yo! ¡No tengo nada que ver con esto!

Entonces Tati volvió a buscar a Silvia, pero había desaparecido. Tati desconfiaba de Silvia, algo no encajaba en su historia. ¿Una llamada tan larga? ¡Si ella nunca dejaba la biblioteca sola! ¿No pudo usar el teléfono dentro de la biblioteca? ¿Y por qué estaba tan nerviosa?

Una mentira descubierta

Al día siguiente, Tati habló a solas con Mateo. Acababa de descubrir que le había mentido y eso la ponía muy enojada.

—Mateo, decime la verdad. Dijiste que no estuviste en la biblioteca porque no tenías celular, pero varios chicos te vieron ese día cargándolo ahí. ¿Por qué mentiste? —preguntó Tati, seria.

—Sí estuve, pero solo fui a enchufar el celular —contestó Mateo, nervioso—. No quería que pensaran mal de mí y tenía miedo de que me culparan por el libro.

—¿Entonces mentiste para que no te culparan? Eso te hace parecer más culpable —dijo Tati, enojada.

—Lo sé, pero te juro que no toqué el libro. Solo quería cargar el celular —dijo Mateo, con voz temblorosa.

Tati lo miró con desconfianza.

—Me siento mal, pensé que confiabas en mí —dijo, bajando un poco la voz.

—No quise lastimarte. Solo tuve miedo —explicó Mateo, mirando al piso.

Después levantó la cabeza y agregó:

—Es verdad que fui a la biblioteca, pero nada más que para enchufar el celular. No robé el libro.

Tati se quedó en silencio unos segundos y suspiró.

—Está bien, te creo. Se ve que estabas asustado y que no hiciste nada malo —dijo más tranquila.

—Gracias, Tati. Te prometo que no fui yo —dijo Mateo, aliviado.

—Confío en vos —respondió Tati, sonriendo un poco—.Además, también los chicos y algunos profesores me dijeron que te vieron salir de la biblioteca sin nada en las manos, así que sé que decís la verdad. Pero no me vuelvas a mentir.

—No lo voy a hacer —afirmó Mateo.

La pista oculta en la red

Esa tarde, Simón, un alumno del colegio, entra en la preceptoría y ve a Tatiana sentada.

—Tati, encontré una página en Facebook donde venden libros antiguos; en ella aparece el perfil de Silvia —dijo Simón mientras se acercaba.

—¿En serio? Yo sospechaba que era Mateo, porque siempre se la pasa casi todo el día en la biblioteca —dijo Tati—, pero ya me demostró que no.

—¿Vamos a buscarla para interrogarla?

Simón y Tati fueron a buscar a Silvia.

—Silvia, tenemos que hablar —dijo Tati con una mirada fija.

—¿Qué pasó? —dijo Silvia, sorprendida.

—Vimos en una página que vendían libros antiguos y vos tenías un perfil ahí.

—¿Qué? No puede ser.

—Todo apunta a que fuiste vos la culpable.

—La verdad, me ofende mucho que me traten de ladrona.

—¿A vos te ofende? A nosotros nos ofende que nos quieras robar un libro antiguo y, encima, querer venderlo. Además, nos lo regaló Villulla.

—Yo no pude ser; estuve comprando en el centro el día que robaron el libro, así que no pude ser yo. El día del robo no estuve en todo el día.

—Hay gente que dice que te vio ese día en la biblioteca.

—¡Mentira! Justo fui a buscar algo y me fui enseguida. Después me tomé el día en casa porque estaba enferma —decía Silvia, tartamudeando nerviosa.

—Pero, ¿cómo es? Primero dijiste que estuviste, después que te fuiste a comprar, después que estabas enferma ¡Chau!

«A esta la voy a atrapar con el plan que tengo», —pensó Tati mientras se alejaba.

Una idea brillante

Tatiana se dirigió rápidamente hacia el salón de 3A, con el ceño fruncido y una mirada decidida mientras interrumpía abruptamente en el aula y caminaba con paso seguro hacia la profesora Analía, la cual tenía una expresión estupefacta. Tati se le acerca casi como si estuvieran en misión imposible, aprovechando el desastre que se desataba en el salón.

—Lamento molestarla, pero necesito su ayuda— le dijo Tati— Necesito que usted me preste esta computadora.

Analía la miró como si estuviera loca.— ¿Para qué la necesita? Debo usarla para la actividad de hoy.

—Necesito hacer una trampa para agarrar al ladrón del libro. Debo hacerlo desde otro perfil para que no me descubran.

Analía dudó por un momento, pero cedió. Ambas comenzaron la búsqueda en Facebook, entrando a distintos perfiles, hasta que dieron con el blanco. En las publicaciones de un grupo de ventas, se mostraba una foto del libro.

— ¡Es este!—Dijo Tati con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Jared, deja las cartas y ponete a trabajar!—dijo Analía, olvidando por un momento que tenía a adolescentes que disciplinar. Con un suspiro, se volvió a Tatiana.—¿Debemos de escribirle? Ni siquiera tiene foto de perfil.

Tati no dudó ni un segundo y le mandó un mensaje, preguntando si aún estaba a la venta y pidiendo fotos para verificarlo. A los minutos contestó; por fortuna no lo habían perdido. En la foto había una mano, y en el dedo pulgar parecía tener una venda.

—Que conveniente, encontramos una huella de sangre en la zona del crimen…

Ambas contuvieron un momento la respiración al ver la manicura y la venda. No podían creerlo. De un salto salieron inmediatamente de allí, con Analía sosteniendo la computadora y con Tati, quién tenía los ojos como dos brasas.

La trampa se cierra

Fueron con Matilde para avisarle el gran hallazgo del libro perdido.

_ ¿Qué paso?¿Encontraron el libro? _ dijo Matilde levantándose de su asiento

_ ¡Si! ¡Lo encontramos en un grupo de Facebook! _ gritó Tati emocionada.

_ Tenemos que poner un punto de encuentro para ir a buscarlo, puede ser en la esquina de la secundaria.– propuso Analía mientras miraba el perfil_ Justamente es de acá.

_ Si, hagamos eso ya, pongamos el punto de encuentro y le preguntamos si puede mañana ¿Qué decís Analía?

Analía asintió, asique en dirección hablaron con la vendedora y acordaron de ir el día siguiente a las 11hs.

_ ¡Ay no! Olvidé a los chicos en el salón. _ agarró su compu y fue directo al salón a 30 minutos de terminar la clase.

El día llegó, iban a descubrir a la culpable al fin. Tati estaba lista, Analía no fue ese día a su otro colegio por esta ocasión, y también se sumo Ale, la preceptora, ya que tenía curiosidad.

_ Son las 10:50 hs. ¡Salgamos a encararla! _ dispuso Tati preparada- ¡Vamos!

Vieron a los lejos a dos personas encapuchadas, ¿Qué hacían tan tapadas haciendo 27 grados? ¿Estarían locas?

_ Ale anda por la otra calle, mientras que Ana y yo vamos por ésta _ dijo Tati mirando fijamente a esas dos personas.

Corrieron muy rápido agarrando fuertemente a las dos figuras. Al agarrarlas se les cayó el libro y gritaron:

_¡No! Nuestro libro _ Esas voces tan peculiares eran de…

¿¡Silvia y Lorena!? _ dijeron al mismo tiempo Ale, Ana y Tati _ ¿Todo este tiempo fueron ustedes dos?

_ Si…lo lamentamos mucho – miraron hacia abajo mientras se sacaron la capucha.

_ Pero no entiendo, ¿Por qué?_ Tati se calló al escuchar a la policía llegar.

_ Llegamos con los resultados, todo indica que es de la profesora Lorena Passares _ dijo el policía con un sobre en la mano.

Confesiones que hielan

Cuando llegaron a la estación de policías. Separaron a las culpables para ver las diferentes versiones de la historia.

Tati _ ¿Por qué hiciste lo que hiciste Silvia?

Silvia _Fui obligada a ser la cómplice de Lorena, ella no me dejó otra opción, porque me había amenazado con perder mi trabajo porque era muy amiga de Matilde y yo no quería perder mi trabajo ya que ayudo a mi mamá con los medicamentos y Lorena me había prometido una gran ganancia al vender el libro.

Tati _ ¿Cómo pasó todo?

Silvia se quedó en silencio _La verdad no sé mucho ya que Lorena me decía qué hacer…pero si sé que ella siempre lo mantuvo escondido porque pensaba que alguien se lo iba a sacar…

_ ¿Y entonces porque Lorena le sangraba el dedo?

_Lorena me contó que al momento de agarrar el libro y mirarlo por dentro se cortó con una de las páginas. Ella no le dio importancia al corte.

Mientras ellas seguían conversando Ale y Analia comenzaron a hablar con Lorena.

Ale y Analia le preguntaron _ ¿Cuál fue la necesidad de hacerlo Lorena?

_ No tenía necesidad de hacerlo pero diente por diente y ojo por ojo. Estoy tranquila porque logré mi “venganza”.

Alejandra_ ¿Por qué lo decís Lorena?

_ Lo hice por una venganza hacia Matilde, esa desgraciada me robó una idea que me podía hacer directora y por eso ella está en mi puesto soñado, por eso yo le robé su libro más sagrado.

Ale y Analia se quedaron calladas al escuchar la verdad. _ ¿ Y por qué metiste a Silvia?

_ La metí porque era un punto fácil y débil por los problemas económicos que tenía.

Luego de los interrogatorios a ambas culpables la decisión final fue…..

El fuego del adiós

Suena el teléfono.

—Ale, mira que suena el teléfono… espera, están llamando. Quédate acá, Analía, y obsérvala para que no haga nada extraño.

Ale fue directo al teléfono y atendió.

—¿Hola?

—¡Hola! ¿Hablo con Silvia?

—Hola, ¿qué tal? No, soy Alejandra. ¿Qué necesita?

—Somos del Hospital Italiano. La madre está internada; se encuentra en un momento crítico.

Ale quedó en shock con lo que le acababa de decir el médico.

—Está bien, ahora se lo comunico. Muchas gracias, hasta luego.

Cortó la llamada y volvió al interrogatorio para darle el lamentable comunicado a Silvia.

—Silvia… me acaban de llamar del Hospital Italiano; tu madre está internada. Dicen que se encuentra en un momento crítico.

Al escuchar esto, Silvia quedó tensa: la cara se le puso pálida y entró en shock. Se levantó y salió rápidamente de la comisaría. Fue al hospital desesperada y, cuando llegó, encontró a su madre muerta. Su estado era muy débil y, además, Silvia no tenía el dinero para los medicamentos. Lloró desconsoladamente; no sabía qué hacer. Su otra mitad había muerto, y ella no encontraba consuelo. Hasta que… su mente cambió y decidió que Lorena era la culpable de la muerte de su madre. Desde entonces juró vengarse de ella.

—Lorena, me la vas a pagar…

Tres días después, todas estaban nuevamente en la dirección con el libro, esperando que llegue la directora… Silvia estaba pensativa; no podía ni hablar. Tati estaba distraída, conversando con Ale sobre qué harían con las dos. Lorena la miraba de reojo.

—¿Estás bien, Silvia? —preguntó Lorena.

Silvia solo levantó la cabeza y la miró con desdén. Siguió pensando en qué hacer. Tenía la oportunidad de matar a Lorena, ya que Tatiana y Alejandra estaban distraídas. Se levantó, abrió su mochila y sacó un arma. Apuntó directamente a Lorena. Lloraba desconsoladamente; quería venganza por su madre.

—Este es tu final, Lorena. Gracias por nada —dijo Silvia con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Espera, Silvia, no lo hagas! —gritó Lorena desesperada.

La bibliotecaria no la escuchó. Soltó el gatillo y disparó.

Un silencio sepulcral se apoderó de la sala de dirección. Las preceptoras quedaron heladas ante la situación; vieron la sangre derramarse por la pared. Miraron a Silvia: estaba inmóvil, observando el cuerpo de Lorena, con una mirada de temor mezclada con furia.

—Silvia… ¿qué hiciste? —dijo Tati con la voz quebrada.

—He vengado la muerte de mi madre —exclamó Silvia.

—¡No puedo creer que lo hayas hecho por venganza! —gritó Tatiana.

—Debo hacer algo más para completar la venganza por mi madre —dijo Silvia.

—¿Qué vas a hacer, Silvia? —preguntó Alejandra.

—Ya van a ver… —respondió Silvia.

Salió corriendo de dirección y fue a la biblioteca, donde estaba el libro sobre la mesa. Lo tomó y escapó.

—Perfecto, mi plan ya está completo. Solo me falta el fósforo. Ya lo tengo todo preparado. Le había tomado cariño a la escuela… pero qué lástima, me hicieron perder mi otra mitad. Ahora me lo pagarán… —sonrió y soltó una risa amarga.

Silvia cerró la puerta de la escuela. Roció con nafta el lugar, encendió un fósforo y lo arrojó. Adentro solo se escuchaban gritos desesperados. Se alejó lentamente y observó cómo todo lo que amaba era destruido por ella. Tiró el libro con todo dentro y se fue… nunca volvió. ¿FIN?