Bajo la piel del agua

Por Diego

Siempre supe que el mar me llamaba. No era una simple fascinación, era una necesidad. Cada vez que me acercaba a la orilla, sentía como algo dentro de mí se acomodaba, cómo si cada ola afinara una cuerda invisible en mi pecho. La transformación comenzó una mañana cualquiera. Me lancé al agua como siempre, con la intención de nadar hasta las boyas y volver. Pero al sumergirme, sentí una punzada aguda en los pulmones, seguida de una vez extraña. Podía respirar, pero no aire, agua.

Entré en pánico, pero mi cuerpo no. Mis brazos se alargaron y curvaron, mis piernas se fusionaron en una poderosa cola. El mundo se volvió azul, pero no un azul triste, sino vivo, vibrante. Mi voz, al intentar gritar, emergió en un silbido agudo que rebotó en las profundidades con precisión. Era un delfín, al principio pensé que era un sueño. Pero los días pasaron o las mareas, no sabía qué decir y comprendí que no era una pesadilla, ni un castigo. Era una respuesta. Ahora, cuando salgo fuera del agua y mi piel brilla al sol, siento que por fin pertenezco a algún lugar, Ya no recuerdo del todo como era caminar, ni cómo sonaban las palabras humanas al salir de mi boca. Pero no lo extraño, aquí entre las corrientes y los corales, encontré lo que allá nunca supe nombrar, libertad.