La llamada del mar
Por Ámbar Todo empezó cuando me desperté un lunes con una obsesión rara por el agua. No agua para

Por Ámbar
Todo empezó cuando me desperté un lunes con una obsesión rara por el agua. No agua para tomar. Agua para tirarme de bomba. Raro. Pero bueno, uno tiene sus fases.
Al segundo día, ya no podía caminar bien. Sentía que mis piernas querían juntarse, como si quisieran ser una sola. Y al tercero… ya no tenía piernas. Tenía una cola. Gris. Lisa. Con olor a mar. Me estaba convirtiendo en… una foca.
No lo vi venir. Mis amigos me decían “che, estás rara” y yo solo respondía con un “¡ou ou ou!” cada vez más grave. Mis manos se achicaban, mis ojitos se agrandaban, y me daban ganas de rodar por la arena.
Pero ahí entendí: esto no era una maldición. Era mi destino. Yo no nací para andar con zapatos. Yo nací para deslizarme con elegancia por el hielo, para hacer piruetas en el agua y para aplaudir con mis aletitas cada vez que veo algo que me gusta.
Y así fue como dejé de ser humana… y empecé a ser feliz. F de Foca. F de Final feliz.