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Volar sin alas

POR NAHUEL-SANTIAGO y THIAGO A mis 17 años, todo parecía ir de mal en peor. Las notas en la

Volar sin alas

POR NAHUEL-SANTIAGO y THIAGO

A mis 17 años, todo parecía ir de mal en peor. Las notas en la escuela caían en picada y las discusiones con mis padres se volvieron rutina. Mientras tanto, a mi hermano le iba bien en las clases y mis padres lo mimaban y lo apreciaban más que a mí.

Al atardecer, fui a despejar mi mente al bosque, después de haber discutido con mis padres por sacar una mala nota. Caminé entre los árboles, profundo en mis pensamientos, hasta que algo me devolvió a la realidad. A la lejanía escuché un susurro que decía:

—Thiago… Thiago… Thiago…

Entonces decidí seguir el susurro, hasta que llegué a una cabaña abandonada y cubierta de vegetación. Al acercarme, los susurros se escuchaban desde debajo de mí. Observando bien el piso, noté que había una madera suelta y decidí arrancarla, encontrándome con una caja vieja. Debajo de la caja estaba la llave que la abría.

Cuando la abrí, encontré fotos de mi infancia. En ese momento sentí miedo, curiosidad e intriga. A su lado había un amuleto con forma de cráneo de ave; parecía que dentro tenía una gema de color verde que brillaba. Lo agarré porque me llamó la atención y empecé a sentir una sensación rara. Todo mi cuerpo comenzó a hormiguear y sentía cómo mis dedos se empezaban a pegar. Mis huesos se achicaban; empecé a sentir que me salían plumas por todo el cuerpo.

Me desvanecía, y poco a poco mis ojos se cerraban.

Al poco tiempo me desperté confundido. Al mirar a mi alrededor, me di cuenta de que los muebles habían crecido. La confusión me invadió y salí corriendo del miedo. Noté que ya era de noche. El bosque, que antes me parecía familiar, ahora era un laberinto aterrador. La oscuridad era profunda y se apoderaba del lugar.

Sentí un escalofrío; mi cuerpo se estremeció, dejando caer una pluma de color marrón con detalles verdes. Sentí miedo. Quise agarrar la pluma, pero no pude, porque tenía alas. Mientras estaba confundido, vi una sombra. Comenzó a moverse con gran rapidez. Con el corazón latiendo con fuerza, comprendí que no estaba solo. Intenté encontrar un lugar para esconderme; recorrí el suelo del bosque buscando un refugio, mientras veía cómo la sombra se acercaba más y más.

Tropecé y caí en un lugar familiar. Reconocí una luz a la lejanía: era mi casa. Entonces corrí con todas mis fuerzas, pero el terreno era traicionero y la oscuridad me confundía. De repente, un par de ojos brillantes aparecieron frente a mí. Era un zorro ágil y hambriento. Se me abalanzó. Intenté esquivarlo, pero era demasiado tarde. El lobo (o zorro) me atrapó con sus dientes y el dolor fue fulminante.

En ese momento comprendí la fragilidad de mi existencia. Había buscado escapar de mis problemas y, en esa búsqueda, me encontré con un final trágico. Mientras mi vida se desvanecía, pensé en mi hermano, en mis padres, y en cómo nunca podría reconciliarme con ellos. En mi último suspiro me di cuenta de que, aunque había buscado volar, nunca llegué a entender la verdadera esencia de la vida.