La especie interior
POR AUGUSTO-MARIANO y THIAGO Otra vez me volvieron a suspender del trabajo por llegar tarde. Esto pasó hace unos

POR AUGUSTO-MARIANO y THIAGO
Otra vez me volvieron a suspender del trabajo por llegar tarde. Esto pasó hace unos días; para ser sincero, ya me había pasado en varios trabajos. Siento que no pertenezco a la sociedad, que nací en la vida de alguien más. Muchas veces pienso que me encantaría ser algo más, como un animal que no se preocupe por su día a día, que lo único que tenga que hacer sea comer, dormir, ir al baño y que nadie me juzgue por lo que hago. Por eso decidí alejarme de la ciudad y conectar más con la naturaleza. Ya empieza mi retiro.
Cuando llegué a la cabaña que renté adentro de la selva, ni bien entré, me di cuenta de que no estaba en el mejor estado y que hacía frío. Entonces, me puse manos a la obra y fui a buscar leña y, de paso, conectar más con la naturaleza, que a eso vengo.
Cuando estaba volviendo a la cabaña con la leña, escuché ruidos a lo lejos. Cuando fui a investigar, me encontré con un pueblo con muchos hombres robustos, con mucho vello. Cuando llegué al pueblo, escuché que hablaban mi idioma. En cuanto me acerqué, comencé a platicar. Me explicaron que era un pueblo para las personas que no se sentían cómodas en la sociedad, que dormían mucho y no conseguían trabajos. Luego de unos minutos hablando, comenzó a oscurecer. Entonces recordé que tenía que ir a la cabaña a encender la chimenea y preparar mi cena. Me fui a dormir entusiasmado.
Por la mañana me desperté temprano y entusiasmado por volver al pueblo. Me preparé y emprendí mi viaje. Cuanto más me adentraba en el bosque de bambú, más silencioso y extraño se hacía. Cuando estaba cerca del pueblo, vi unas huellas de panda, cosa que no se me hizo extraña porque estaba rodeado de bambúes, pero sí se me hacía extraño no haber visto ninguno.
Cuando entré al pueblo, escuché unos ruidos raros provenientes de la casa del señor con el que había hablado ayer. Me acerqué silenciosamente para investigar qué ocurría. Cuando lo vi, él estaba raro: se revolcaba en el suelo, gruñía y le crecía vello en el cuerpo. No sabía qué le ocurría, pero creí que necesitaba de mi ayuda. Entonces se convirtió en un panda y me asusté. Él me empezó a calmar diciéndome que no tenía de qué temer.
Me explicó toda la situación y lo que ocurría. Él me dijo que yo también podía convertirme en panda, como él, si así lo deseaba, o seguir mi vida normal pero resguardar su secreto. Yo me calmé en cuanto terminó de explicarme, porque sentía que pertenecía ahí, que yo era parte del pueblo, y quería ser parte de esa comunidad. Saber eso me calmó y me quitó el miedo. Ya no me sentía solo.
En cuanto decidí convertirme en panda, él me llevó a presentarme a los demás pandas del pueblo. Me llevó a conocer a un “panda chamán”, que era como el médico y mago del pueblo, que podía transformar en panda a los demás si así lo deseaban.
Él me preparó un líquido especial para un ritual de iniciación. Todos los pandas hicieron un círculo con un fogón en medio de la ronda y la bebida especial líquida de color verde, que el chamán me había preparado en una mesa cerca del fogón. En cuanto tomé del cuenco que tenía la bebida, me desmayé.
Cuando me desperté, estaba en una cabaña que no conocía y me sentía más pesado y calentito. Me paré de la cama en la que estaba y fui a verme en un espejo. Cuando me vi, me sentí muy aliviado y entusiasmado; veía manchas negras en mi cuerpo y un pelaje blanco, con ojos negros y hasta me veía más grande. Me sentía auténtico y con un sentimiento que nunca antes había sentido: uno de pertenencia.