Huellas digitales-Relatos
La huella invisible Por Bruno-Jared Camila, Tomás y Lucía usaban las redes sociales sin pensar en lo que compartían.

La huella invisible
Por Bruno-Jared
Camila, Tomás y Lucía usaban las redes sociales sin pensar en lo que compartían. Un día, una foto que habían subido apareció en una página desconocida. Su profesor les explicó que todo lo que hacemos en Internet deja una huella digital que puede ser usada por empresas o desconocidos. Entonces, decidieron cambiar: Camila ajustó la privacidad de sus redes, Tomás mejoró sus contraseñas y Lucía propuso enseñar a otros a cuidar su información. Aprendieron que cuidar la huella digital no significa dejar de usar Internet, sino hacerlo con responsabilidad para protegerla. Para ello, es importante pensar antes de publicar, no dar datos personales, usar contraseñas difíciles y no compartir estados con desconocidos.
La travesía de Lina en el océano digital
Por Bianca-Sofía
Lina, una chica de 14 años, pasa mucho tiempo navegando por Internet. Un día, recibe un mensaje que le promete un premio si abre un enlace. Lina recordó la clase de ciudadanía donde les enseñaron cómo cuidarse, y revisó que el enlace tuviera el inicio «https». «¿Qué significa ‘seguro’?», pensó. Además, mantuvo sus contraseñas seguras al ver que el enlace no tenía nada de seguro. Luego, le contó todo a su mamá, porque a una de las amigas de su mamá ya le había sucedido que, al abrir un enlace similar, perdió mucho dinero y tuvo que crear cuentas nuevas y cancelar tarjetas. Entonces, Lina decidió reportar el mensaje y contarles a sus compañeros de curso para que no cayeran en la tentación.
Mi huella y tu ayuda
Por Nicolás
Mi mejor amigo Lucas y yo creíamos que entendíamos bien el mundo online como ciudadanos digitales. Sabíamos que nuestra huella digital —cada foto, cada comentario— era nuestro rastro en la red, y siempre intentábamos que fuese positivo. Pero todo cambió. En mi Instagram, donde subo mis dibujos, un perfil llamado Alex Art empezó a hablarme. Al principio, era genial: elogiaba mi arte y parecía entenderme. Pero cuando me pidió pasar a un chat privado, todo cambió. Empezó a presionarme para que le mandara fotos personales, y cuando me negué, me amenazaba con publicar nuestros chats para humillarme. Me sentí completamente atrapada y avergonzada. Entendí que estaba siendo víctima de grooming, un adulto que se hacía pasar por un joven para acosarme. De repente, mi propia huella digital parecía una trampa.
Aterrada y sin saber qué hacer, le conté todo a Lucas. Él no dudó ni un segundo. «Sofía, esto no es tu culpa», me dijo con firmeza. «Como ciudadano digital, mi deber es ayudarte». Su apoyo fue mi salvación. Juntos, hicimos lo siguiente: primero, bloqueamos y reportamos la cuenta de Alex Art por acoso. Luego, me ayudó a guardar capturas de pantalla de todas las amenazas como prueba, sin responderle nada más. Finalmente —y lo más difícil—, Lucas me convenció de que debíamos contárselo a mis padres. Me acompañó a hablar con ellos para que yo no tuviera que hacerlo sola. El apoyo de mi familia fue inmediato, y el problema empezó a solucionarse de verdad.
Esa pesadilla me enseñó la lección más importante: ser un ciudadano digital no solo se trata de lo que publicas, sino de tener el valor de pedir ayuda en el inmenso mundo de Internet. La mejor defensa no es un antivirus, sino un amigo de verdad que te escucha y no te deja sola.